Hemos hablado de los sueños, lo cual tiene en sí algo de irónico,
pues ¿qué somos tú y yo, sino imágenes de los sueños del mayor?
–Ah...
–Y sin embargo hay algo en lo que no ha pensado.
–¿Qué podría ser?
–Quizás sea muy consciente de su propio sueño. Sabe todo lo que decimos y todo lo que hacemos, de la misma manera que el
soñador se acuerda del contenido manifiesto del sueño. Es el que
escribe la historia. Pero aunque se acuerde de todo lo que
decimos, aún no está to-talmente despierto.
–¿Qué quieres decir con eso?
–No conoce los contenidos latentes del sueño.
Sofía. Se olvida de que también esto es un sueño disfra-zado.
–Hablas de un modo muy extraño.
–Lo mismo opina el mayor. Es porque no entiende su propio
lenguaje de los sueños. De eso debemos alegrarnos, porque nos
da un mínimo de margen para actuar. Con esa libertad vamos a
luchar por salir de su fangosa con-ciencia, como gotas de agua
que salen al sol un cálido día de verano.
–¿Crees que podremos?
–Tendremos que poder. En un par de días te ofreceré un nuevo
cielo. Entonces el mayor ya no sabrá dónde están las ratas de
agua ni dónde volverán a aparecer
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